Paulina Lastra 10B
Ángeles,
seres perfectos
que abren sus alas de amparo y consuelo
sobre el desamparado que se encuentra en el cielo.
Mas creo yo que estoy delirando,
pues la ilusión de aquel santo
pasó por el costado de mi corazón,
pero más que amparo y consuelo,
fue ladrón astuto,
capaz de robar mi corazón de la caja fuerte
del dolor y el desamor.
Pero, en vez de llevarse toda mi leña,
logró encender fuego, capaz de quemar toda la selva,
fuego del enamorado,
que, en vez de desastre,
genera fruto del árbol más viejo en mi jardín,
árbol que ahora es fénix,
buscando ser domado por las alas de ese ángel,
por sus enredaderas negras que lo atraparon algún día,
por su cuerpo celestial y ese corazón tan bondadoso
que, con solo su afecto, basta para enamorar al mío.
Su sonrisa
es puerto de todo lo que siento,
la luz, los olores, los sabores
son pequeños barcos que navegan,
al tesoro de sus perlas blancas.
Capaces de volver al humilde un avaro
por conseguir tan maravillosa gema.
Pero quienes superan la avaricia,
y van más allá de la codicia,
logran encontrar algo más maravilloso,
pequeños vitrales,
reflejando su alegría y bondad
en todo su esplendor,
logrando dar amparo al solitario,
y radiando amor a todo quien es capaz de verlos.
Quiero que sepas una cosa,
si tu sonrisa son perlas,
y tu mirada son vitrales,
tú corazón, es todo mi mundo.
Dándole a mis pobres ojos
las vistas más maravillosas que el universo puede ofrecer
un amanecer de risas
una tarde llena de tu compañía,
y una noche, donde por más estrellas que haya en el cielo
hay una que alumbra mi vida,
estrella de mis sueños
estrella de mi corazón,
que, con solo uno de sus rayos,
logró tocar lo más profundo de mi ser,
un corazón que había dejado de vivir,
pero que ahora late por ti.