MARIA LUCÍA FERNÁNDEZ.

Las copas de los árboles se enredan, cerrando los cielos,
y en su abrazo oscuro mueren los destellos.
Una entrada sin salida, una pesadilla sin fin,
una horrorosa realidad la cual me toca vivir.
El miedo es mental, mental es el miedo,
me dije a mí misma como consuelo,
que no hay oscuridad tras este cielo,
tratando de convencer mi doloroso anhelo.
Todo es tan quieto que el miedo camina,
los árboles tenebrosos me miraban con sus ojos rojos.
Al tropezarme con setas y hongos tenebrosos,
que resultan para mi vida algo peligroso.
Mi temor perdurará hasta el final de los tiempos,
pues mi alma arde en un eterno duelo.
Al pasar por aquel camino las hojas sonaron crack,
asustando mi equilibrio vacío en todo el suelo.
Oscuro camino que mis pensamientos ahoga,
oscuro camino que terminó con mi destino asesino.
El bosque llora con la lluvia sin agua,
y ríe la muerte en cada pantano.
Una rama, una flor, un destello con color,
algo que me saque de este oscuro horror.
La noche no acabará, el día no comienza,
el pensamiento que entra pierde su certeza.
El miedo termina donde la valentía comienza,
porque ese bosque nunca se cruza,
pero en mi alma vive una lucha,
como la luz que rompe la noche más densa.