Anónimo

Era un 22 de noviembre, toda mi vida había sido una mentira y al encontrar una carta que estaba escondida, mi vida, que era gris, se tornó colorida.
Era un día común y corriente, yo me encontraba en mi morada, estaba agotada y me sentía desolada, todos en el pueblo estaban trabajando, conversando y riendo, pero algo extraño se estaba apoderando del lugar. El día era raro y distinto, esa misma tarde yo me sentía un tanto nerviosa. Al parecer un presentimiento se apoderaba de mis pensamientos y me hacía vivir un miedo intenso.
Al cabo de unos minutos, una fuerza enorme sacudió el sitio, todo el lugar se derrumbó fuertemente y agrietó el suelo un poco. Asustada, corrí a esconderme al ático y me enrollé en una manta bajo una mesa, y al encontrarme tan desesperada, tiré fuertemente una caja que me impedía cubrirme por completo en la mesa. Luego de que el terremoto terminara, me recosté un momento para tomar un poco de aire y luego agarré unos utensilios de limpieza para limpiar un poco el lugar, mientras limpiaba el ático, divisé un sobre pequeño empacado cautelosamente en una caja. Mi curiosidad era inmensa, solo pensaba en abrirlo, luego de un momento, decidí abrirlo, ya que no sabía cómo había llegado allí, y me llené de sorpresa, encontrando una carta bastante larga que no alcance a ver bien, pues me sentía mal al invadir la privacidad de alguien.
Al cabo de algunas horas, me encontraba limpiando mi recámara, sintiéndome nerviosa y algo curiosa por aquella carta oculta, no podía dormir, así que tomé un té caliente con galletas de mantequilla para relajarme. Al día siguiente, me desperté un poco desconcertada, sentía que debía leerlo, así que, decidí hacerlo sutilmente.
Me llené de asombro, al darme cuenta de que el error no era leerla, sino no hacerlo, esta carta estaba dirigida a mí y hablaba sobre una herencia de un antepasado que no querían que llegase a nadie y que probablemente aquella carta estaría escondida. Me encontré un tanto extraña, ya que la carta contenía mi nombre y apellido, pero luego cambié de ánimo al ver una lista de pasos para alcanzar la verdadera felicidad y convertirme en mi mejor versión. Esto me dejó una sonrisa y mirada de asombro, que me hizo agradecer por aquella carta, me sentí aliviada y calmada.
Fácilmente me di cuenta de que, luego de tanta oscuridad, habían llegado la luz y felicidad real, luego de seguir aquella lista, habían pasado meses y me di cuenta de que no necesitaba más de lo que tenía, conmigo misma y las personas que amo, bastaba para obtener lo que no había podido tener hace años, la felicidad. Y ese mismo 22 de noviembre, decidí quemar aquella herencia, estando feliz y agradecida por mi felicidad…
