Luciana Escobar Marulanda 11ºC

Cuando no son ellos quienes sienten, el dolor se convierte en algo externo, en algo absolutamente impropio que ni las súplicas logran apaciguarlo. Desde lo alto, contemplan mi padecimiento; mis gemidos ahogados imploran su perdón. En la arena, no existe más que su presencia y la mía: somos solo él y yo, simbolizando el arte de la lucha entre el hombre y la naturaleza, donde mi insignificante vida será entregada para su gozo. Color rojo carmesí que me tienta, me excita y me incita. ¿Por qué me lastiman? ¿Por qué disfrutan de mi sufrimiento? Lo entiendo: tal vez quieren apreciar el rojo, pero no el de la muleta, sino el de mi sangre.
