Alejandra López Franco 11
“il y a toujours un peu de folie dans l’amour mais il y a toujours un peu de raison dans la folie” – Friedrich Nietzsche
A veces buscamos una cosa y encontramos otra, así pasa todo el tiempo de nuestras vidas; la realidad pasa por nuestros ojos y la fantasía por nuestra cabeza y cuando menos pensamos terminamos en una realidad absurda que ni la mente ni el corazón saben que sienten.
Mi corazón latía cada vez más rápido cuando lo veía a él, sus ojos profundos que deseaban ser amados, su cabello oscuro y sedoso que se veía por encima que se lo cuidaba y sus zapatos limpios como un cristal reluciente. A la vista era un hombre agradable, puesto en orden y con una postura excepcional, pero en el fondo yo perfectamente sabía que ese hombre compuesto era solo una partícula de lo que por dentro era él, frágil, romántico y loco, con una pasión por el arte y la poesía que no se podría describir en palabras.
“La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco.” -Platón
En ocasiones el corazón se detiene, y no hablo precisamente de un paro cardiaco, me refiero ese momento, ese instante en específico donde tu mente se pierde por completo y tu alma solo grita de terror por ese sentimiento que jamás llego a experimentar antes. Esa emoción solo la sentí junto a él, pero lo poco duradero era algo frustrante y desesperante que ni él ni yo sabíamos lo poco que este iba a durar.
Platón estaba incorrecto o por lo menos en este suceso caótico lo estaba. Las pocas palabras de él dieron mucho de que hablar y sentir, me hicieron sentir invisible y sin sentimiento alguno, cada vez mi amor media más pero mi razón mucho menos. Él y yo nos conocimos en agosto un mes bello, caluroso, con flores y girasoles que a mi abuela le encantaban, hacia calor pero ese día fue excepcional, pero bueno la historia de nuestro primer encuentro es lo menos importante aquí. Definitivamente el amor es una ciencia inexacta no se sabe nada sobre él y mucho menos en realidad que la compone si lo que vemos en las películas “un amor perfecto” o lo que vemos en la realidad “amores inestables”.
El 22 de agosto fue el día en que todo sucedió, en el que el me habló y escuche su hermosa y grave voz la cual se me quedó grabada en mi cabeza como una canción que no deja de sonar, pero ese día no fue en el que nos conocimos, fue en el que nos dimos cuenta que nuestras vidas ya no serían las mismas. Desde ese día el tiempo paso y su hermoso rostro cada vez me parecía más fascinante como una obra de arte.
“Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar que amarte. ¿Qué quieres que te diga además de que te amo, si lo que quiero decirte es que te amo?” – Fernando Pessoa
Y si, si llegamos a estar juntos, estuvimos en el punto en el que nuestras mentes se perdieron y nuestras almas se encontraron, fue mágico y caótico, cada vez que nos veíamos sentíamos escalofríos del amor que teníamos. Nos amábamos de una forma inimaginable e indescriptible, a tal punto de quedarnos en un hospital juntos hasta la hora de su muerte.
Ahora si la parte del hospital; Un hospital es el centro de la vida, mueren y nacen personas, unas tienen el mejor día de su vida y otros el peor; y en este caso fue el peor día de mi vida, él tenía un problema y no específicamente de salud, su problema era que su amor no era verdadero, era una farsa por mí, nada era real era ese tipo de fachadas que te muestran algo por fuera pero en realidad lo único que hay es algo que jamás imaginaste. El era el típico hombre que fingía amor solo para complacerte y que tú fueras feliz, pero hay que aceptarlo el en serio quería que yo fuera feliz y lo logro por ese tiempo hasta que se desmorono todo y eso se acabó.
Yo no lo acepte y decidí hacer cumplir mi promesa de amor hasta el final, solo le inyecte a el un poco de Acontinina y durmió como un bebe hasta llegar al lugar donde él merecía estar “el infierno”.
“Entre los pecados mayores que los hombres comenten, aunque algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento, ateniéndome a lo que suele decirse: que de los desagradecidos está lleno el infierno”
― Miguel de Cervantes