Medellín en 100 palabras 2025

María José Navarro

Cien palabras, miles de sueños

A veces, las historias más grandes comienzan en los lugares más cotidianos: un salón de clase, una actividad con nota importante, una tarde cualquiera en la que una Miss propone un reto que parece sencillo, pero termina transformándolo todo. Así empezó la travesía de nuestra generación en grado décimo, cuando en la clase de español recibimos la consigna de escribir tres relatos de cien palabras o menos sobre Medellín y su cultura.

Lo que parecía un ejercicio académico más, pronto se convirtió en una oportunidad para que cada estudiante explorara su voz, su relación con la ciudad y su capacidad de contar una historia en muy poco espacio. No solo escribimos textos: destilamos memorias, colores, calles, sonidos, nostalgias. Dejamos en esas líneas algo profundamente nuestro.

Después vino la espera. Una larga espera. Se enviaron 12.274 textos en total, más de 3.000 a la categoría juvenil del concurso “Medellín en 100 Palabras”, una de las convocatorias literarias más importantes de la ciudad. Con tantos participantes, la ilusión era grande, pero también lo era la incertidumbre. Hasta que un día llegó la noticia que nunca se olvida: habíamos sido seleccionados como finalistas.

No fui la única. Junto conmigo también fueron elegidos Felipe Valencia Upegui, Ismael Zuleta y Miguel Díez Vélez, demostrando que el talento literario en nuestra institución no es casualidad, sino fruto de la pasión, la constancia y el amor por las palabras. La escritura es un mundo donde lo simple se convierte en arte, lo desconocido se hace familiar; y lo nuevo, en experiencias memorables.

La ceremonia de la octava edición del concurso fue más que una premiación: fue la prueba viva de que escribir importa. Que las palabras que nacen en un escritorio pueden viajar más lejos de lo que imaginamos. Que el arte de escribir no solo consiste en elegir frases bonitas, sino en transmitir emociones, contar verdades, crear mundos y conectar con otros.

Ser finalista entre más de doce mil textos no es solo un reconocimiento. Es una invitación. A seguir leyendo, a seguir escribiendo, a seguir creyendo. A entender que cuando un deseo se persigue con disciplina y cariño, puede llevarte a lugares inesperados… y profundamente felices.

A continuación, presentamos los relatos finalistas, aquellos que hicieron posible esta historia:

Textos ganadores – Categoría Juvenil

Los zapatos rotos

Increíble como él jugaba a pensar cómo su mamá le decía: “O son zapatos o guayos”; y él con un hambre de comerse el mundo pidió una hamburguesa.

Felipe Valencia Upegui, 15 años

El Poblado, Medellín

La silla vacía

Cada tarde, a las cinco, él sacaba una silla al andén. Saludaba a los vecinos, contaba historias y les daba 2.000 pesitos a los niños Ramírez para comprar paleta. Murió un domingo. Pero la silla sigue ahí, sola. Nadie se atrevió a moverla. Con el tiempo, la cubrió el polvo, luego las hojas. Y aun así, parecía que guardaba calor. Como si el cuerpo que la habitó aún pesara en la madera.

María José Navarro Morales, 16 años

El Poblado, Medellín

El gato espacial

Mi gato Fire se metió en una caja y desapareció. Cuando la abrí, no estaba. Un rayo de luz salió hasta el cielo. Luego vi en la televisión: Gato astronauta aparece en Júpiter. Era él, tenía un casco y flotaba feliz. Dijo: “Miau”, por el micrófono. Al día siguiente, volvió a la caja como si nada. Desde entonces, duerme todo el día, pero a veces mira las estrellas y mueve la cola. Creo que extraña el espacio.

Ismael Zuleta, 16 años

Envigado

El gol fantasma

El balón nunca entró, pero todos pensaron que había sido gol. En ese barrio, la imaginación ganó por goleada.

Miguel Díez Vélez, 16 años

El Poblado, Medellín

La literatura nos recuerda que Medellín no solo se camina: también se escribe. Y nosotros ya dejamos nuestras cien palabras en ella… y ojalá sean apenas el comienzo.

Por: María José Navarro

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