Año Nuevo ¿Vida Nueva?

Manuela Baena 12ºC

Como me dijo una vez una querida y sabia amiga: “no tienes que esperar al primero de enero; puedes empezar un año nuevo el día que tú quieras” (Salome Pérez, 12ºC.)  

Entonces, ¿Por qué sentimos que cada vez que nuestro teléfono pasa de marcar las 11:59 p.m del 31 de diciembre a las 12:00 a.m del primero de enero, somos personas nuevas y renovadas? ¿Por qué razón sentimos que por fin haremos todo lo que nos hemos propuesto, y seremos la mejor versión de nosotros mismos? Bastante irónico, cuando en diciembre del mismo año que habíamos iniciado con ilusión alegre, lo cerramos prometiéndonos que el próximo año será mejor y no recaeremos en viejos hábitos.  

El origen de la celebración de Año Nuevo se remonta a la época romana, cuando se cerraba un ciclo de tiempo por medio de fiestas a los dioses Jano y Saturno agradeciendo las cosechas. Anteriormente el año para los romanos iniciaba el primero de marzo, sin embargo, era en enero cuando los gobernadores asumían el mandato.   

Fotografía De Enfoque Selectivo De BengalaEn 1582 el papa Gregorio XIII creo el calendario gregoriano, en donde proclamo el 1 de enero como el inicio del año. Fue a partir de ahí que alrededor del mundo se empezó a celebrar la fecha.  

Al terminar un año y empezar otro, tenemos la sensación de tener una página en blanco y dejar atrás acciones pasadas. Esa sensación de un nuevo inicio es la que nos da ilusión y la que hace que queramos crear propósitos para iniciar este nuevo año. Pero ¿Cuántas veces creamos una lista larguísima de propósitos para año nuevo? Aquellos como hacer dieta, ejercicio, leer tres libros en un mes, empezar a sacar buenas calificaciones, aprender tres instrumentos y por fin, entrar a ese curso de oratoria que tanto idealizas, pero, a fin de cuentas, siempre postergas. ¿Qué magia tiene el año nuevo que nos hace pensar que un hada madrina nos traerá la disciplina para realizar todo lo que hemos querido, pero jamás llevado a cabo? 

El “año nuevo”, el paso de un día a otro no puede hacernos personas diferentes. No hay nada malo en tener propósitos para el nuevo año, pero entre más realistas y alcanzables, mejor. Es más satisfactorio poco a poco lograr pequeños objetivos, que formen una nueva rutina y nuevos hábitos, a creer que de sopetón vas a pasar de ser un estudiante regular rayando a lo vago, a volverte un Ali Abdaal, o una de esas muchas personas celebres en internet que atacan la procrastinación y promueven la productividad.  

Y como decía mi querida amiga Salomé, no hay que esperar a que sea año nuevo para iniciar una “vida nueva”. Puedes empezar un miércoles 16 de mayo sin problema, lo más importante es tener el objetivo y dividir aquellos objetivos en pequeñas tareas diarias, que sean fáciles de realizar, y poco a poco llegar a esa meta. 

No seas un todo o nada, si no iniciaste con tus objetivos en enero; los puedes retomar perfectamente en marzo, o tal vez nunca los retomes. Eso depende de ti y que tanta energía le inviertas a crear disciplina, en vez de vivir de pequeños rayos de motivación, que a la larga no duran y se vuelven cada vez más efímeros. A la final, ese “año nuevo, vida nueva” no es más que otro día, donde el sol sale y luego se pone.  

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