EL OJO MÁGICO

Por: Luciana Araque y Ana María Mira

Novela: Romántica

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La mañana del 28 de abril de 1989 los vecinos de Don Luis Jaime Arango tuvieron que comenzar su día sin los melodiosos cantos de flauta que provenían de un pequeño apartamento en el centro de Laureles. Este acontecimiento no seria de mayor gravedad para muchos, pero la música de la flauta de Don Luis Jaime era más común que el mismo canto de los pájaros en la mañana, debido a esto, los numerosos vecinos del edificio decidieron llamar a su puerta, al no conseguir respuesta alguna, decidieron partir hacia sus trabajos quedando con intriga de que había sucedido.

A las 6:08 de esa tarde Don Pedro Pablo Espinoza abrió su puerta y encontró a su dulce esposa Doña Teresita preparando la cena para él y sus hijos, se acercó a ella y le dio un suave beso en su mejilla para luego preguntarle si había escuchado la flauta de Don Luis Jaime en algún momento del día, al oír esto su esposa lo miro preocupadamente por lo cual Pedro dedujo su respuesta, “¿Tocamos su puerta?” dijo el esposo, “¿Le habrá sucedido algo?”, decididos a responder sus preguntas se acercaron al apartamento 303 y golpearon en su puerta 3 veces, al no oír respuesta volvieron a hacerlo, y este ciclo se repitió durante varios días, con la ayuda de otros vecinos.

El 2 de mayo, esa misma semana, todos los habitantes del edificio esperaban ansiosamente a que Don Luis Jaime abriera su puerta; desconcertados, decidieron acudir a las autoridades y marcar al 123 en el teléfono de disco que Don Pablo tenía en su sala. Minutos después la policía llega al edificio y todas las amas de casa se veían interesadas en evidenciar la verdad de los rumores para luego contarle a sus amigas. Los oficiales llamaron a la puerta después de ser informados sobre la situación y un silencioso aturdidor lleno el tercer piso del tradicional edificio Cibeles.

Al no oír respuesta de Don Luis Jaime decidieron acceder a la propiedad por la ventana que daba al cuarto de ropas, entraron precavidamente y comenzaron a observar como cada rincón se veía sucio y desarreglado, omitiendo esto y se acercaron a la sala donde encontraron a Don Luis Jaime sentado en una silla de madera, apoyado contra la puerta y mirando a través del ojo mágico, con una flauta, lápiz y cuaderno entre sus manos, “Buenos días, ¿Se encuentra bien?” preguntó uno de los agentes esperando ansiosamente su respuesta; al no ver, ni oír una reacción se acercaron para inspeccionarlo, con tan solo un roce entre sus pieles y la de él, una tormenta helada los acechó; revisaron su pulso, “¡Está muerto!, lo ha estado por un largo tiempo” ante estas palabras los oficiales se miraron y comenzaron el proceso de sacar el cuerpo y llevarlo a la morgue.

Todo el barrio se asomó a los balcones y ventanas de sus pequeños hogares, presenciando la muerte de una música hermosa y querida por todos, la flauta de Son Luis Jaime era más conocida que su propia personalidad y nombre.

Todo el fin de semana se habló de la extraña muerte por desnutrición de Don Luis Jaime, o al menos eso era lo que dijo Doña Teresita quien tenía un primo Mayor General de La Policía Nacional y siempre presumía al respecto.

Aunque Don Luis no era muy conocido en el barrio nadie esperaba que sufriera de una muerta tan extraña y repentina como esta, quedando a cargo de la policía todas las pertenecías de su apartamento, para así encontrarle un nuevo dueño ya que no se conocía ningún familiar que pudiera heredarlas tras su muerte.


26 de marzo de 1939

“La luz del sol hacía ver su cabellera de color rojizo intenso más brillante que nunca, su blanca piel de porcelana hacia que sintiera el corazón palpitando fuertemente en mi pecho, desde hace algunos días tenía mis ojos fijados en ella, era su primer año en la UPB, la mejor universidad del barrio, y no podía creer que una mujer tan hermosa estuviera frente a mi…” Estas fueron las pocas palabras que el oficial Cárdenas pudo leer rápidamente del cuaderno gastado y viejo que había sido encontrado con el cuerpo del hombre.

Estaba empacando las pertenecías de Don Luis Jaime cuando su jefe entró en la habitación y como reflejo, escondió el diario detrás de una caja. “Cárdenas, hágale pues, no tengo todo el día” ante estas palabras se levantó atontado, pero sin querer dejar el caso, esconde el diario y lo lleva con él.

Más tarde ese mismo día, Cárdenas se dirige a su pequeña casa en Itagüí, después de un largo día empacando y trasladando las pertenencias de Don Luis Jaime a una bodega definida por la Policía, ya que, aunque hubo una extensa investigación se comprobó que no existían familiares del hombre.

Al llegar a casa abre su puerta cuidadosamente porque no quería despertar a su esposa e hijos, se quita los zapatos con barro a la entrada y se dirige a la habitación que comparte con su esposa en el único piso de la casa, se cambia a vestimentas más cómodas y se acuesta al lado de su hija quien estaba en la mitad de la cama. Teniendo el diario en sus manos queda pensativo de su contenido, pero el desgaste que sentía lo llevo a ponerlo a un lado y cerrar los ojos para después volver a enfrentarse a su trabajo.

Al día siguiente al llegar a su casa, entra a la sala donde encuentra a su esposa apenas leyendo el periódico ya que no tuvo tiempo antes, “¿Qué hora es?” Pregunta Cárdenas quien se le había olvidado su reloj esa apurada mañana “Falta un cuarto pa’ las ocho mi amor, ¿Cuál fue esa demora?” su marido explica detalladamente el caso de Don Luis Jaime, aunque estuviera resuelto tenia a todos intrigados y desgatados en la oficina, lo que no permitía que el día rindiera. Después de hablar con su esposa e hijos un rato, se dirige al sofá de la sala se quita su camisa y sus botas y se sienta a leer el diario de Don Luis Jaime. El oficial Cárdenas ojeó varias páginas en donde describía a esta mujer misteriosa de una manera que podía imaginársela a la perfección, leyó una página la cual le llamo más la atención. “Hoy la vi fuera de la Universidad por primera vez, fuimos a un pequeño local en una esquina cerca al estadio; no fue necesariamente la cena más romántica, pero solo con su compañía era más que suficiente, su sonrisa iluminaba toda la cuadra, por lo cual, aunque mis nervios se apoderaban de mi cuerpo, le pregunte si querría hacerlo de nuevo.”


La nueva obsesión del oficial era quedarse pensando en la mujer que Don Luis Jaime describía en su diario, pasaron varios días y había leído gran parte de su contenido, no podía imaginarse a una mujer como la que era descrita, cada palabra hablaba de ella como algo improbable, pero de cierta forma lo creía posible. En el diario ya habían pasado varios meses desde que Don Luis Jaime y esta mujer habían salido al local cerca del estadio, ahora se habían ennoviado y por lo que él concluía, el autor de este diario no podría estar ni un poco más feliz. “He tratado de estar con ella cada segundo de cada día, nadie creía que pude encontrar a una mujer tan simpática y hermosa, vive cerca y camino cada día a su casa, donde cogemos el primer de tres buses que nos llevaban a la UPB, el recorrido nunca se me había hecho agradable, pero con ella a mi lado cualquier cosa podría serlo.”

Mientras en esta parte del diario la vida sonaba pacífica y feliz, la realidad del presente estaba patas arriba; ya habían pasado muchos días desde que el cuerpo de Don Luis Jaime había sido encontrado, pero el chisme parecía seguir vivo. Imágenes del cuerpo que ni la policía nacional supo cómo fueron tomadas se mostraron en numerosos noticieros y todos hablaban del tema, muchos se preguntaban que hacía que esta muerte fuera famosa, pero era tan extraña y misteriosa que hasta aparecía como titular en los periódicos.

Cárdenas intentaba ignorar esto, mientras leía en el diario donde el pasado de Don Luis Jaime junto a esta mujer era tan maravilloso. El oficial leyó y leyó, tan interesado como si fuera una novela romántica de misterio, después de haber pasado muchas páginas de este, se dio cuenta como la relación de Don Luis Jaime y esa muchacha era cosa una relación seria y no un enamoramiento corto como muchos jóvenes tenían y como él creía que sería.

Los dos enamorados estuvieron juntos durante sus cinco años en la facultad de derecho, pero de toda la información que se podía adquirir del autor entre las líneas escritas, lo que más sorprendía a Cárdenas era como describía a aquella mujer continuamente como el ser más hermoso que pudiera existir.

Don Luis Jaime no era muy juicioso cuando se trataba de escribir en su diario, había varias páginas en blanco, arrancadas y las fechas entre texto y texto podían ser muy lejanas, pero esto no importaba, porque, aunque el diario tuviera sus vacíos era una de las lecturas más entretenidas que hubiera visto.

Páginas más adelante Cárdenas leyó algo que, aunque fuera un poco obvio que ocurriera lo tomó por sorpresa. Don Luis Jaime le propuso matrimonio a la mujer sin nombre, y por lo leído ambos se encontraban muy felices con dicho acontecimiento. “Esa mañana mi corazón iba a salir de mi pecho, fui a recogerla a su casa para volver al local donde tuvimos nuestra primera cita, que, aunque fuera bastante lejos de nuestras casas, era nuestro lugar favorito en todo Medellín”

La boda no fue muy descrita, lo único que resaltaba de este evento era la novia, la cual se describía como “Un ángel caído del cielo hasta la capilla en donde nos casaríamos.” Aunque Cárdenas no era un hombre sentimental, leer como estaba descrito el amor de Don Luis Jaime y su mujer hacía que los ojos se le aguaran.


Cárdenas siguió leyendo, pero después de la boda de la mujer sin nombre (Lo que ya lo estaba molestando) y Don Luis el contenido de sus vidas no fue mucho, concluyó que no tuvieron hijos ya que primero: no se mencionaban en el diario, y segundo: La investigación no mostro resultados de ningún pariente, esa investigación lo hacía preguntarse muchísimas cosas ¿Qué le paso a su esposa?, ¿Y a los familiares de ella? Ya que no podía entender como como después de que estuvieran tan enamorados ninguna de sus familias era mencionada en el diario, intento no prestarle mucha atención a este tema y seguir leyendo las páginas que quedaban.

Mientras tanto, la muerte de Don Luis se estaba calmando un poco, Doña Teresita intentaba investigar de una manera más profunda, pero todos sabemos que lo único que quería era llegar con chisme a la frijolada del sábado, los vecinos y los noticieros se habían olvidado del tema y ya aguardaban a que el próximo disparate llegara.

El oficial leía el diario pero nunca le rebelo esto a su jefe ya que pensaba que era el único que en verdad veía a Don Luis como una persona con una historia y no solo como el sonido de una flauta u otro caso sin importancia, Cárdenas le contaba todo lo que sucedía en el diario a su esposa y a su hija, ya que un día esta los escucho hablando y mentir sobre el tema no tendría sentido, su hijo no sabia nada respecto al tema, era más pequeño y no necesitaba hacerlo, además estaba seguro de que contrario a Doña Teresita su esposa e hija no dirían nada, pero con su hijo no estaba completamente seguro.

Cárdenas estaba ansioso por acabar el diario y saber si podría tener un final o tan solo pararían las historias de su matrimonio, así que un miércoles después del trabajo llego a su casa y se sentó en el sofá decidido a acabar de leer las páginas pendientes, pegó una ojeada al resto del diario y concluyó que no faltaría mucho le pidió a su esposa que le preparará un tinto y encendió un cigarrillo para poder terminar la historia.

Les diría como seguía sorprendido de que el autor después de más de 25 años de relación y con el peso del tiempo siguiera describiendo a su esposa como un ser tan maravilloso, pero creo que en este punto cada uno concluyó eso por su cuenta, Cárdenas no comprendía muchas cosas, Don Luis no parecía el hombre que escribía en este diario, y le entristecía saber que un hombre con tan maravillosos sentimientos pudiera dejarse morir, de una manera tan espantosa.

Salto de página


“Han pasado ya 3 semanas, no me dijo a done iría, tomo las llaves y supuse que volvería pronto, ¿María Matilde?” este nombre hizo que el rostro de Cárdenas tomara un aspecto atónito, pero en el fondo un satisfecho, la fecha en la parte de arriba de la hoja ya amarillenta en la que con solo este nombre estaba escrita era el 28 de abril de 1969, 20 años antes de la muerte de Don Luis Jaime Arango, en la mente de Ramón las piezas empezaban a encajar y comenzó a comprender lo que había sucedido.

Paso la página para encontrarse con otra página regada de tinta, pero comprensible, junto a una foto, esta foto era de una mujer tan increíblemente hermosa que llegaba a ser irreal, todo comenzaba a tener sentido, Cárdenas podría jurar que con tan solo esta foto millones de hombres podrían caer enamorados; con la mano temblorosa pone la foto a un lado, y comienza a leer lo que parece ser la última página del descuidado cuaderno.

La fecha de la parte superior de este cuaderno, era la misma de la muerte de Don Luis Jaime, y las primeras palabras que pudo leer de este texto fueron: “ Han sido ya 20 años, María Matilde la mujer más sorprendente que he conocido, se ha resbalado a través de mis dedos y se ha marchado, no lo comprendo, no se cuanto llevo sentado mirando por este ojo mágico, y esperando a que regrese, pero así lo he hecho cada día desde que se ha marchado y lo haré ahora más que nunca, yo la amo, más de lo que lo que las palabras pueden describir y este ojo mágico aunque solo me demuestra lo solo que en realidad estoy, es la única chispa de esperanza a la cual me aferro y no la dejaré ir, le he cantado con mi flauta cada día, pero siendo sincero no creo que ya pueda oírme o que en algún momento lo haya hecho.”

Cárdenas con ríos de lágrimas corriendo por sus mejillas cerro el diario dejándolo al lado de su cigarrillo ya apagado, tomó el último sorbo de café de su la tasa, ya lo había comprendido, Don Luis Jaime no era ni un tonto ni un viejo descuidado y loco, era una victima del amor y el abandono.

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