La Caída de los Ángeles Rebeldes

Un paso, dos pasos. Está cerca del borde. Si se deja llevar, ya no hay vuelta atrás. Solo una caída libre sin hilos atados a la realidad. Esa es la moral humana. ¿Por qué será que las personas la dejan ir?

Aquí estoy yo, recostada en el alféizar de la ventana mientras observo la hora dorada, y comparo la caída de la moral humana con la historia de Ícaro, que, cegado por la repentina libertad, voló muy cerca del Sol y la cera de sus alas se derritió. Ya saben lo que dicen, mientras más alto vueles, más duro te estrellarás contra el piso en cualquier descuido.

Sin embargo, la corrupción de la humanidad es progresiva. Cada vez volarás más y más bajo, hasta que estés en el piso y no sabrás cómo llegaste ahí. Miras para arriba y ves otros pájaros de brillantes colores en el cielo, surcando los aires libremente. Intentas desplegar tus alas para volar con ellos, pero éstas están muy pesadas y ya no te permiten volar. Estás atado al suelo. Con falsas ilusiones buscas un lugar alto para aprender a volar otra vez.

Tres pasos. Caes. Así de simple. Por un momento, te sientes en lo más alto. Luego, no hay nada más que una caída libre y el piso que cada vez se acerca más rápido. Ya no hay vuelta atrás.

El viento cálido del sur agita mi cabello y se siente como un abrazo cálido que trae la puesta del Sol, y que rápidamente sigue al astro por el camino de nubes que deja atrás. Mientras el Sol se oculta cada vez más rápido, no puedo evitar comparar el atardecer con la caída de un ángel. El Sol, en lo más alto. Perfección. Mientras cae, refleja sus verdaderos colores, sus verdaderas intenciones, como un ser divino expulsado del paraíso. El rojo domina el cielo. El atardecer es la manifestación de la perfección cayendo de su altar. Pero, como en la maldad, hay en el atardecer algo que lo hace un espectáculo hermoso y envolvente, que simplemente fascina y atrapa entre sus garras carmesís cualquier ápice de luz dorada que quede en el cielo, para devorarlo todo y desaparecer en el horizonte, dejando atrás solo oscuridad.

Nunca el cielo ha sido tan atractivo como hoy. Una tentación que me da la bienvenida de brazos abiertos. Un cielo que me cae encima para dar paso a las estrellas.

Juanita Rivera Vélez (11°B)

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