Los ojos no saben mentir

Susana Ospina Palacio 11°

El sábado 19 de agosto del 2040 hacía las 2 de la madrugada, se encontraba una pequeña niña llamada Alma, observando tras su ventana el paisaje de la ciudad de Nueva York, pues era su hora favorita para divisar el lugar, porque justo en ese momento se podían ver los gigantes edificios un poco más nítidos, sin esa capa gris que cubría todo durante el día. Puesto a que desde hace más de 20 años el calentamiento global afectaba la tierra nunca se volvió a ver la luz del sol penetrando la capa de ozono, las grandes metrópolis perdieron su magia y hasta el pueblo más alejado su folclor, ahora todo era un poco irónico, porque las personas habían perdido su humanidad y Alma lo lamentaba día tras día tanto que quería hacer algo para cambiarlo, porque ella a diferencia de todos en el globo terráqueo, tenía la esperanza de que todo pudiera volver a ser igual que antes, como cuando los humanos podían ver a través de los ojos del otro sus sueños para hacerlos también suyos, una capacidad que aún Alma poseía. 

Sumida en la curiosidad y desesperación la niña se acordó de las fabulosas historias que le contaba su abuela Cleo y justo en una de ellas creyó hallar la respuesta, se trataba de la leyenda sobre un mágico pozo ubicado en la mítica ciudad de Atenas, se decía que era capaz de conceder solamente un deseo a la persona que tuviera el don de ver la verdad a través de los ojos y Alma tenía la corazonada de ser ella, ansiosa llamó a su tía Ava quién era su gran protectora desde que sus padres murieron años atrás en una misión militar secreta. Cuando Alma le contó sobre sus planes y le pidió que la acompañara, su madre sustituta dulce y complaciente como siempre aceptó la invitación creyendo ciegamente en el juicio y espiritualidad de su sobrina, tanto que a la mañana siguiente emprendieron el viaje muy temprano, al llegar a la cuna de los pensadores procedieron rápidamente a investigar,  según Alma su abuela decía que exactamente el pozo estaba escondido en algún lugar de las ruinas de Paestum, exactamente en el aún erguido templo griego, la niña decía que en la historia se mencionaba que el pozo únicamente era visible de noche,  

Entonces solo pudieron partir hacia el lugar al caer la tarde, cuando llegaron a su destino, encontraron el antiguo templo pero no veían ningún rastro de aquel mítico objeto, hasta que su tía quien era experta en la lengua halló un extraña escritura que traducía al español esto “Sí quieres tu alma probar a la luz de luna tendrás que gritar Katáthesi psychís”, confiada Alma gritó y al instante un gran rayo de luna iluminó el pozo, muy sorprendida se acercó lentamente y una voz grave que emergió de la nada le dijo “si crees ser digna de merecer el deseo pon tu mano izquierda sobre el pozo y el juzgara tu corazón”, un poco temerosa la niña siguió las órdenes de aquella voz y con la mano puesta en el pozo logró transmitirle su deseo, mientras esperaba una respuesta parecía que el tiempo se hubiera detenido hasta que la voz volvió a hablar y con un tono amable le dijo “ Tu deseo es muy noble, normalmente los que vienen aquí por ayuda solo piensan en el beneficio propio y tú con tan solo unos pocos años de edad has sido capaz de poner primero a toda una humanidad antes que a ti por eso querida niña haz demostrado que la oscuridad que turba el mundo de hoy no ha segado tus ojos y lo que pides será cumplido pero el cambio no solo depende de ti sino de todas las personas que habitan este mundo y siempre recuerda que los ojos no saben mentir y las cosas más bellas de la vida no son vistas, sino que se sienten con el corazón”. Sorprendida y contenta Alma se retiró del templo junto a su tía y a la mañana siguiente regresaron a Nueva York, durante el aterrizaje se podía ver desde la ventana del avión que la nube gris que antes cubría la ciudad había desaparecido y que después de tantos años por fin irradiaba la luz del sol sobre la gran metrópolis.  

Desde ese día Alma se comprometió a que durante toda su vida iba a luchar por este planeta y por devolverle a los humanos todos esos valores que habían perdido con el tiempo, como dar la mano al que lo necesita, sentir el dolor del otro como propio, y valorar la vida entre otros muchos pues ella ya había comprendido que los “ojos son las ventanas del alma” y que muchas veces detrás de ellos se esconde la verdadera esencia de las personas porque los ojos no saben mentir. 

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