¾Escuche, señor. Lo único que sé es que allí vivía un hombre que se había mudado hace trece años, debido a un problema que tuvo en la ciudad donde vivía. Él era alto, aunque se encorvaba bastante, tenía pelo corto, sus ojos eran bastante oscuros. Debido a su edad, tenía arrugas y su pelo con canas, sin embargo, era muy activo y parecía que sólo envejecía su apariencia. Pensándolo bien, era considerablemente parecido a mí.
Bueno, este hombre le resultaba agradable a sus vecinos, todos le tenían gran confianza y algunos de ellos decían que era alguien ejemplar. Este señor sentía lo mismo por sus vecinos, con excepción de uno; esa persona no le resultaba agradable, porque se pasaba de confianza. A veces, cuando el viejo pero activo hombre llegaba cansado a su casa, luego de 12 largas horas de trabajo encerrado en una oficina de 3 metros cuadrados, lo encontraba en la puerta, esperándolo para conversar sobre sí mismo, lo que no era interesante para él, o para esperar a que el hombre, agotado de trabajar, lo invitara a cenar.
Había otras razones por las que este sujeto no era de su agrado. Siempre lo seguía a todas partes y no se separaba de él. Incluso, se pasó a trabajar en la oficina del lado.
Ese fastidioso hombre siguió molestándolo inconscientemente. Aunque tenía amplia paciencia, se fue volviendo más intolerante e irritable, sobre todo con su vecino.
Una noche, enojado, pensó que debía deshacerse de él, por lo que decidió acabar con el conflicto y al día siguiente iría a otra ciudad para mudarse. Saldría a primera hora del día, para evitar que alguien lo siguiese. Pasó la noche, pasó una hora, otra, y otra, hasta que llegó el momento en el que debía partir. No se despertó a esa hora, pues el día anterior tuvo que trabajar una jornada más larga; entonces, se fue a aproximadamente a las 9:42 de la mañana. Al salir, solamente estaba un vecino muy agradable, que era de confianza, por lo que no tuvo de qué preocuparse. Efectivamente, logró irse a vivir a esa ciudad.
El tedioso hombre supo de la partida de su “amigo”, y, como lo apreciaba tanto, también se mudó a la misma ciudad a la que se había mudado el otro. Incluso se mudó al mismo barrio del señor; por si fuera poco, a la misma calle y aún peor, al mismo edificio donde se fue a vivir el otro hombre.
Este desafortunado hombre, pensó que sería difícil deshacerse de ese intolerable ser. Por lo que pensó que debía quitarlo de su vida para siempre, o mejor, quitarle la vida… para siempre. ¡Ja ja! Ya sabe de qué estoy hablando.
Una noche, más o menos a las 7:12, lo invitó a su casa a cenar, pero esa no era su verdadera intención.
El descarado se antojó de unas papas, por lo que, amablemente, el malintencionado señor le pidió que le ayudara a sacar una olla de un cajón, mientras él partiría las papas. Al agacharse a agarrar la olla, el hombre enterró el cuchillo en su hombro, pero no murió, así que volvió a apuñalarlo por la espalda. ¿Ha escuchado usted la frase apuñalar por la espalda? ¡Je Je! Pues esta vez lo hizo literalmente.
¾ ¿Cómo sabe usted con tanta claridad y detalles lo que pasó? ¾preguntó sospechoso el investigador que había ido por el caso.
¾Simplemente siga escuchando, estoy seguro de que lo que sigue le interesará mucho más ¾contestó el señor.
Más tarde, llegó la policía, pero no supieron quién había cometido el crimen.
Luego usted vino a interrogar a algunos testigos y… pues aquí estoy, justo en frente suyo. No me arrepiento de nada. Ah, y con respecto a su pregunta, soy yo.
Cristóbal Díaz Parra 8°B