La Soledad

Benjamín Ruiz Quintero  11°A

Diez curiosidades que quizá no sabías de 'El principito' | by Papel en  blanco | Papel en Blanco

“Viví así, solo, nadie con quien poder hablar verdaderamente, hasta cuando hace seis años tuve una avería en el desierto de Sahara.”  

La soledad es el sentimiento de melancolía y tristeza causado por el estado de aislamiento, es decir, la falta de compañía social que puede sufrir una persona por diversas causas, ya sea por elección propia o por imposición de la sociedad. Es algo que todos hemos sentido en algún momento de nuestras vidas, algo que es mucho más complejo que solo estar separado físicamente de otras personas, algo que va más allá de ser solo un pensamiento pasajero y que puede llegar a ser algo crónico, causado por la necesidad de encontrar a alguien con quien poder relacionarse verdaderamente, y que puede llevar a quien lo padezca a decepcionarse de las personas incapaces de satisfacer sus necesidades. Esto es justo lo que siente el piloto del avión, así como lo que muchos otros personajes de El Principito soportan, aunque algunos de ellos lo hagan sin saberlo. Así que, tras haber leído la introducción a este ensayo, el lector podrá evidenciar a continuación la presentación de la soledad en diversos momentos del magnum opus de Antoine de Saint-Exupéry, El Principito.   

El primero en ser golpeado por la melancolía causada por este sentimiento fue el narrador, quien, desde niño, a pesar de estar rodeado de ellos, se sentía aislado de los demás humanos, ya que él, contándolo a través de la anécdota del dibujo de la boa, expone su idea de que las personas, a medida que crecen, pierden la noción de lo que es en verdad importante. Mientras que las personas mayores se pierden en problemas, estrés y detalles inútiles, los niños pueden comprender las cosas por sí solos y no es necesario darles explicaciones de la misma cosa una y otra vez. 

 Este pensamiento es lo que diferencia al narrador de las demás personas y lo que causa su latente soledad. Mientras que las demás personas perdían progresivamente el espíritu de niño, el piloto lo conservó hasta cierto punto, razón por la cual él se sentía incomprendido entre los demás hombres mayores, y razón por la cual, siempre que se le presentaba la oportunidad, le mostraba su dibujo del elefante dentro de la boa a cada adulto que le pareciera medianamente lúcido, para ver si era diferente de los mayores que impidieron que siguiera su carrera de artista cuando era niño, para nunca lograr el resultado que él buscaba. La experiencia del narrador confirma lo que dijo la serpiente en su conversación con el principito: “También se está solo donde los hombres.”   

Al aterrizar en el desierto, en un lugar ubicado a mil millas de distancia del lugar habitado más próximo, el piloto no está en un punto existencial diferente al punto en el que estaba cuando se encontraba circundado por personas: en ambos estaba igual de solitario. Es ahí, varado entre miles de kilómetros de dunas, con un avión averiado, ocho días de provisiones y cada vez mayor desesperación y melancolía, que, de forma poética, se encuentra con la primera persona que le permitió darse un respiro de la interminable soledad que había sufrido a lo largo de su vida: el Principito.  

 Así como el narrador, el Principito también estaba impedido por la incapacidad de conectar con otro, solo que su caso no tenía que ver con los demás miembros de su especie, sino con una rosa, que representa la primera relación amorosa, una relación que, debido a su falta de experiencia empírica, dejaba al principito perplejo. Por sentirse solo, aún con la compañía de la rosa y por no saber reconocer la importancia que ella tenía para él, el niño decide salir en un viaje de aprendizaje, dejando a la rosa sola en su pequeño planeta, con solo cuatro espinas para defenderse del mundo. Pero, a medida que su viaje era llevado a cabo, su soledad no hizo más que agudizarse, ya que la distancia entre él y su rosa causó un sentimiento de nostalgia que fue creciendo a medida que saltaba de planeta en planeta.   

Antes de llegar a la tierra, el principito se detuvo en varios asteroides, todos poblados por hombres solitarios que se consideraban a sí mismos como hombres diligentes, pero que, a los ojos lúcidos del niño, solo se ocupaban con cosas absurdas, sin importancia. Para él, los deberes verdaderamente importantes son los que tienen utilidad tanto para él como para el objeto o persona para el cual se llevan a cabo dichos deberes, como deshollinar sus volcanes, arrancar los baobabs o regar su preciada flor.  

Comparar las acciones que conformaban la vida diaria de los hombres que conoció con las acciones que él ejecutaba provocó que en su mente surgiera la idea de que su flor precisaba de su presencia para sobrevivir, algo que logró que sintiera una añoranza aún mayor por la compañía de su flor. La llegada del principito a la Tierra lo enfrenta con una soledad que no esperaba. Sintiendo ansias de encontrarse con otros hombres, el principito continúa su viaje de exploración, pero se encuentra con que los hombres no viven allí y es difícil contactarlos. En su lugar, se encuentra con una flor, una serpiente, ecos y campos de flores que solo confirman lo difícil que es conectar con otro. La flor, por ejemplo, le dice que los hombres no tienen raíces y por eso el viento se los lleva. La serpiente, en cambio, le explica que aún entre los hombres se puede estar solo. Cuando más solo se siente es cuando se decepciona de su flor, el vínculo más importante de su vida.  

Para cerrar mi tesis, el encuentro entre el piloto y el principito es transformador porque los saca de ese aislamiento y esa desconexión profunda. En medio de la soledad en la que ambos se encuentran, aprenden lo que es la domesticación y establecen un vínculo que perdura más allá de la ausencia física, además de transformar el modo en que perciben el mundo. El pozo de agua funciona como el lugar en el que ambos logran aplacar la angustia que tiene como raíz su sensación de soledad.   

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