Todo tiene final

Por: Susana Hincapié Gómez (12°C) y Nicolás Tobón Salazar (12°A) 

Una de las historias más bonitas de una persona en su vida es su paso por el colegio, un lugar donde crece, se desarrolla como ser humano, aprende de muchas personas y forja amistades que seguramente durarán toda su vida.  

Para los que entramos en Bambolino, podemos decir que pasamos más tiempo en el colegio que en nuestra casa, ya que este horario se ha repetido por más de 12 años, y para completar, cada año es mejor que el anterior; ya que solemos divertirnos más compartiendo los descansos con nuestros compañeros o los finales del día con todos esperando a que las busetas salgan o que los recojan. Que equivocados estábamos cuando de niños decíamos “quiero ser un adulto ya”, ya que por ser niños o preadolescentes no se pueden hacer muchas cosas que evidentemente deseábamos; lo que no sabíamos es que cuando estamos a las puertas de la adultez, terminando nuestra adolescencia, y respectivamente, el final de nuestra vida escolar, lo único que uno quiere es volver a vivir sus últimos tres años, o inclusive más, ya que estos son simplemente increíbles.  

En el colegio, tienes esos momentos de alegría única, donde tu preocupación es mínima, teniendo un par de trabajos, tareas o quices, pero lo más importante, y lo que hace que se nuble esa preocupación, son esos momentos que vives con las personas que te rodean, donde tu vida parece meramente una utopía. No alcanzamos a imaginar de lo simple que es nuestra vida en una temprana edad, y mucha gente no se da cuenta de esto hasta que es muy tarde. Después de más de 12 largos años, ambos podemos decir que el colegio se convierte poco a poco en tu hogar, donde tienes muchas experiencias, inolvidables recuerdos en los largos pasillos que siempre quedarán marcados en nuestra memoria, ya sean malos, buenos, tristes, de rabia o de risas; esos momentos nunca se van a olvidar y cada uno se los contará a sus hijos, donde están los buenos momentos en la cafetería y en las mesitas de la cancha, los partidos en las canchas, el correr rápido esa rampa para no llegar tarde, las estudiadas en 10 minutos antes de un examen, y las tristezas por las malas notas son algunos ejemplos de lo emocionante que es, y los imborrables momentos que los últimos años de colegio le dejan a cada quien.  

Que irónico que lo que anhelábamos que pasara cuando lo teníamos a la mano, se volvió en un mal sueño y en amargas frustraciones en nuestros últimos años juntos: el no volver al Colegio durante mucho tiempo. Nos tocó algo que parecía imposible y nos tocó arrepentirnos de alguna vez haberlo deseado. Pero como dicen por ahí, lo que toca, toca dijo la loca y la llevaban del pelo. Y si han escuchado la canción de Arcángel “Todo tiene final”, como dice allí, a pesar de toda esta situación, solo queda agradecer.  

Agradecer por tantas bendiciones y buenos recuerdos, porque cuando estos dos niñitos nerditos con gafitas entraron al Colegio, se esperaban cualquier cosa menos no querer irse y menos cuando el momento de hacerlo está tan cerca que se puede saborear. No saben cuánto añoramos aunque sea un año más en el colegio, lleno de todos esos amigos que llenan el alma de felicidad, de tintos donde Astrid, de chismes en los salones, de molestar y hacer guerras con lo que sea, hasta con talco y antibacterial, de llegadas tarde todos los días (o aunque sea Susana) inventándose la excusa del día para César, del carro varado, del taco y la vía cerrada, de la cita médica mientras esconde la bolsa de Tostao en el morral o de que simplemente, un día por más malo que fuera, terminara siendo feliz por ir al Colegio. Definitivamente, no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos y ahora que estamos a punto de perder estos días a los que tan acostumbrados estábamos y que tan felices nos hacían, podemos con toda seguridad afirmarlo.  

Como nuestro último escrito de este Periódico que nos vio crecer todo nuestro bachillerato, nos queda como última tarea dar un consejo para los demás; queda decir que aprovechen la época del colegio lo más que puedan, e intenten hacerlo de la manera más amena posible, para que no se opaque ese gran momento de la vida de cada uno y hagan la mayor cantidad de recuerdos posibles. Disfruten del privilegio de estudiar en Cumbres, aunque a veces no lo parezca, de todos los amigos que hacen allí y las oportunidades que tienen. ¡Cuántas veces no lloramos o nos amargamos por una nota, por una clase o por una situación de la que ya ni nos acordamos! Métanse en todo; aprovechen cualquier cosa que se les presente (eso hicimos nosotros) y créannos que no habrá arrepentimientos en intentarlo y gozárselo y que en más una ocasión todo les saldrá muy bien. 

 Por último, ambos podemos decir, que nos enorgullecemos de estudiar donde estamos, y hay que agradecer que pasó y aceptar que llega el final de una historia que será recordada con alegría, llevando siempre al Colegio Cumbres y todo lo vivido, en el corazón. Por más que nos parta el alma, nos tocó seguir nuestro camino, pero nos vamos con el alma contenta del lugar que nos dio una segunda familia.

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One thought on “Todo tiene final

  1. Susana y Nicolás

    Que alegría leerlos y sobre todo saber que su paso por Cumbres ha valido la pena, que cobra sentido en sus vidas y que valoran todo lo que en esta casa se les brindó. Pero saben algo, nosotros recibimos más de lo que damos, porque con personas como ustedes todo se multiplica, todo se ve de otro color, todo cobra sentido para quienes decidimos amar nuestra vocación educativa. Los extrañaremos mucho y espero que sigan viniendo a Cumbres porque siempre será su casa. Gracias por su liderazgo transformador!!!

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